Relato de una Experiencia

Mi nombre es Inés sin título-14

En este relato les compartiré una experiencia transformadora que tuve cuando decidí viajar a la selva en busca de auto-curación (por adicción a los dulces) y aprendizaje: conocer y aprender a trabajar con la medicina amazónica.

Voy a comenzar poniendo en contexto, lo que motivó mi viaje:

Tenía 33 años, vivía en Buenos Aires. Trabajaba como psicóloga, con consultorios en tres ciudades, todos con agenda completa. Sentía que el área laboral era el único que funcionaba. En mi intimidad, no me sentía feliz. Como si hubiera armado una estructura con la que por fuera todo parecía funcionar, pero por dentro me sentía vacía.

Buscando y dejando que me aparecieran salidas a este estado de vacío existencial, me di cuenta de cuantos miedos y condicionamientos aun me estaban bloqueando. Comencé a pensar que si lograba dejar de vivir desde el miedo y comenzaba a vivir desde el amor, a vibrar en amor, ya no me iba a sentir vacía, ni frustrada, sino plena y feliz. Porque el amor iba a estar adentro, formando la base desde la cual pararme.

Vibrar en amor, para mi significa: vivir en armonía conmigo, con los demás, con la naturaleza, con lo sagrado, con lo que se ve y con lo que no se ve, con lo manifiesto y con lo inmanifiesto. Que haya una coherencia entre lo que hago, digo, pienso y siento. Vivir en un eterno presente.

Por el contrario: vibrar desde el miedo es estar especulando, no fluir, armar estrategias, expectativas y por sobre todas las cosas estar más en la mente que en el presente, mas en lo que me gustaría que esté pasando, que en lo que realmente está pasando.

En general yo vivía así: fantaseando con algo diferente a lo que estaba viviendo. Lo más común era armar fantasías en las que estaba acompañada. Desde ir a un cumpleaños, a un casamiento, viajar, salir a comer, ir al cine, al teatro, a pasear. Casi todas las veces hacía estas cosas sola, fantaseando que estaba acompañada.

Llevaba años trabajando en mi crecimiento personal, a través de varios tipos de terapia desde los 16 años, y otras prácticas transformadoras como chi kung, respiración consciente, retiros espirituales, y muchas técnicas holísticas. Cada año me sentía un poco mejor, mas integrada, pero el vacío continuaba.

A los 30 años tuve las experiencias más intensas, profundas y reveladoras en las que logré vibrar en amor y fueron tomando ayahuasca. Fue esta gran maestra quien me enseñó a amar el ser que soy; a sentir un profundo amor por mi madre, a aceptarla y perdonarla; y a reconocer el sentido de la existencia aquí, en la tierra en la familia en la que nací.

Fueron 3 enseñanzas que me dejaron una marca, una huella que señalaba un camino, y una confirmación que lo que yo buscaba, vivir vibrando en amor, no era un ideal inalcanzable, era una meta, una visión que estaba dispuesta a seguir, dejando que mi corazón me guíe.

Así fue que en enero del 2007, ya con 34 años dicidí viajar a Perú, para realizar una profunda limpieza de los «miedos» que aún sentía afectándome, que me mantenía pegada a viejas adicciones como los alimentos dulces (harina blanca y azúcar, combinación irresistible y obstaculizadora de mi camino en el despertar de conciencia)

Para la parte de autocuración, elegí ir a un centro especializado en toxicomanías en Tarapoto, porque considero que ambas (harina blanca y azúcar) son dos tóxicos aceptados socialmente pero que causan un gran malestar bio-psico-emocional pocas veces comprendido y dimensionado. Los relatos desde la semana 1 a la 8 son los mails que les enviaba a mis familiares y contactos, compartiendo mi experiencia allá. Para la parte de aprendizaje, elegí ir a un centro a las afueras de Pucallpa donde un Maestro Ayahuasquero me pudiera guiar, lo comparto en la semana 9 y en Dos meses después.

 

 

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